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lunes, 22 de octubre de 2018

Yo soy y existo


Hace dos años conocí a Lupita en el centro penitenciario de Santa Martha Acatitla, durante el concierto en el que participé con el grupo Yolotli (al que tengo el honor de pertenecer, aunque no me encuentre en activo por el momento). El evento no tuvo mucha difusión y se empalmó con otras actividades de las internas, por ello apenas contábamos con algunas decenas de espectadoras que francamente no parecían muy interesadas en nuestro canto.


Algunas cuantas asistentes tomaron asiento en las bancas frente al anfiteatro, pero en primera fila se concentraron siete u ocho mujeres que prestaron mucha atención al concierto; entre ellas estaba Lupita.

Aquella mirada nos emocionó: derramaba abundantes lágrimas a lo largo de cada canción y era difícil no contagiarse, en ocasiones tuve que desviar la mirada para poder disolver el nudo en la garganta que me producía y continuar con el canto. Ella aplaudía como niña y su cara se iluminó cuando una de mis amigas la señaló, como parte de las narraciones que hacemos entre canciones: “dicen que tú eres Lupita…” exclamó Jenny, sin saber que a quien apuntaba, efectivamente llevaba aquel nombre.

Al término del concierto, nos condujeron a una mesa preparada para que comiéramos algo; comentamos entre nosotras la peculiar pasión con que nos recibió esa entonces desconocida mujer y le pregunté por ella a una de las responsables del evento: “Ahhhh Lupita Jiménez”- respondió- ante el asombro de todas nosotras por la coincidencia. La hicieron venir y ella apareció con esos ojos maravillosos y húmedos, abrazando un cuaderno; la recibimos con alegría, se sentó un rato a platicarnos su historia (que no me corresponde repetir) y me pidió le escribiera la traducción de una de las canciones que más le movieron “Teca huini”, en zapoteco. Bajo la letra de la canción agregué el nombre del grupo y los datos para que nos encontrara por redes sociales al salir, también incluí mi nombre de usuario en Facebook y un breve mensaje de agradecimiento.

Lupita se despidió, pero sólo momentáneamente, volvió unos minutos más tarde con un tubo de galletas marías y otro de saladas para compartir con nosotras. Yo me sentí avergonzada de aceptar, a algunas de nosotras se nos salieron las lágrimas porque entendemos que cada producto ahí les cuesta mucho y que puede significar algún recurso para canjear por alguna necesidad; Lupita insistió y nos dijo que ella quería compartir algo con nosotras, así que aceptamos. Hasta ahí todo había quedado como un hermoso recuerdo, pero siete u ocho meses más tarde, se comunicó Lupita por mensaje al Facebook, contándonos que ya estaba en libertad; nos alegró mucho la noticia y la invitamos al concierto que daríamos en el Teatro de la Ciudad, sin embargo, no le fue posible asistir.

Durante meses nos escribimos mensajes, algunas veces también nos comentábamos publicaciones de las redes sociales personales; fue hasta que iniciaron las funciones de la obra musical “Yo soy y existo”, que vimos la oportunidad real de reencontrarnos. Finalmente, ayer asistí a la carpa geodésica para verla actuar: el espectáculo forma parte de la iniciativa “voz en libertad”, que pretende apoyar a la reinserción social de hombres y mujeres que fueron privados de su libertad. Dentro de los penales, los integrantes de estos grupos realizan actividades culturales que les permiten canalizar sus emociones a través del arte; al salir, los espera la opción de unirse a la compañía de teatro y presentarse en público con sus talentos particulares.

Un joven, miembro de la compañía, me recibió en la entrada y llamó a Lupita cuando le indiqué con quién venía; desde que alcancé a ver sus zapatitos descendiendo por la escalera supe que era ella, nos sonreímos como dos niñas y nos fundimos en un abrazo apretado que sólo fue interrumpido por un “por fin”, exclamado por ambas. Conversamos un poco, ruborizadas y llorosas; me presentó a su director, un hombre serio de mirada tristona, que me dio la bienvenida. Nos separamos para que ella fuera a prepararse y yo me reuní con la amiga que invité; nos dieron la entrada y ocupamos la segunda fila, justo en el centro, y esperé con nerviosismo a que corrieran las tres llamadas.

Por fin se abrió el telón: uno a uno, fueron saliendo los integrantes, diciendo su nombre y el tiempo que habían permanecido recluidos, algunas personas agregaban comentarios sobre lo que perdieron y lo que anhelan recuperar. Apareció Lupita entre las cortinas, caminó en línea recta hasta el centro del escenario, me miró mientras decía su nombre, yo rompí en llanto y ella contuvo el suyo; con gran sonrisa terminó su intervención, tratando de domar a su voz quebrada. Pensé en el momento en que nos conocimos, nos hallábamos en la misma situación, ambas llenas de emoción e intercambiando miradas cómplices; ahora era su turno en la escena y el mío en las butacas, admirándola.

A este instante único le siguieron dos horas de temas musicales, poemas, chistes y hasta artes marciales; cada persona dio lo mejor de sí, con tanta pasión y energía que los espectadores muchas veces lloramos y reímos. Se siente electricidad en el aire; duelen y enternecen esos tantos pares de ojos que se entregan intensamente; se eriza la piel al escuchar los testimonios y las conclusiones siempre cargadas de esperanza.

No quisiera dar más detalles de este espectáculo, porque aún quedan dos o tres presentaciones más y quiero pedirles que asistan y se sorprendan. Si la carpa geodésica tiene buena entrada el próximo domingo a las 5 pm, es muy posible que extiendan la temporada. 300 pesos la entrada, con opción a buenos descuentos (pídanlo si van en familia).

¡¡¡Asistan!!! A Lupita la reconocerán por sus ojos absolutos, su fuerte presencia escénica y su hermosa voz interpretando “cielo rojo”. Verán que no exagero, es un espectáculo transformador, no sólo para las mujeres y hombres que desnudan sus espíritus en el escenario, sino para cualquiera que tenga algo que perdonarse para poder continuar. Comunico esta historia, con todo el deseo de que vayan al teatro y descubran que los seres humanos tenemos mucho en común y que aún de las peores situaciones, podemos renacer.

Un abrazo, con todo mi cariño.





miércoles, 26 de septiembre de 2018

Asomando las narices por primera vez


Se le atribuye al emperador Marco Aurelio la frase “Vivir exige el talento del luchador, no el del bailarín” y comprendo que esa perspectiva invita a fortalecerse, a resistir en un mundo durísimo que no admite adornos; sin embargo, no puedo, no quiero aceptar tal afirmación.

Nos urgen pasos hermosos, los necesitamos para evitar la crudeza de la supervivencia. Cada oportunidad de saborear momentos, de permitirse la alegría, de retar a los días insípidos, es un acto de amor por la vida y de rebeldía ante la vulgar existencia. Es tan efímero nuestro paso por este mundo que siempre será mejor transitarlo con algo de gracia.

Esta escena que relataré, como muchas más que rescato para recuperarme cuando todo se obscurece, es auténtica; por todas partes existen tesoros que sólo esperan a ser observados y sublimados.

Un día en el supermercado presencié una escena maravillosa que aún me encanta: mientras yo, jodida de aburrimiento, me debatía entre el tipo de cotonetes que había de elegir, a unos metros de mí, una pareja se acercó al mostrador de la farmacia; ella de alrededor de 50 años, él con 55 máximo. La mujer tomó un lubricante de entre una limitada variedad, leyó, lo cambió por otro, leyó, tomó un tercero; coquetísima miró a ese hombre (que infiero sería su marido, por el grado de familiaridad y el carrito repleto de víveres que él empujaba a corta distancia), le sonrió y le cerró un ojo. Ella se formó en la fila para pagar aquel tubo negro con rojo; él… ¡¡¡se ruborizó!!! y volteando a todos lados se alejó como adolescente descubierto, esperando a su compañera detrás del estante donde yo me encontraba. Una vez concluida la transacción, él la recibió con una sonrisa estúpida y la besó de la forma más antiestética posible (con sumida de nariz incluida).

Y me pregunto ¿no es esto un pequeño pas de bourrée? ¿no vence el bailarín, a punta de belleza, la rusticidad de la costumbre?

Claro está que se trata de lo que cada quién quiera ver en un momento como el que he referido: pudo alguien suponer una relación extramarital y juzgar los daños colaterales de la aventura de ese par; pudo otra persona no prestar atención al lubricante, pieza clave en ese instante mágico, y concentrarse sólo en el beso desordenado; pudo ser, como fue en realidad, que la acción pasara inadvertida para todos alrededor… pero es posible ¡claro que lo es! que alguien rescate ese guiño, esa sonrisa, esa travesurilla madura y continúe la historia en su mente… si acaso los hijos vuelven de la prepa en cualquier momento y hay que apresurarse y pertenecerse de nuevo, reconocer los pliegues que han aparecido en la piel y gozar de ese instante en que se descubre que el deseo pervive y se transforma en algo torpe y familiar. Yo qué sé. Espero no dar la impresión de ser una voyeur en potencia, sino una hacedora de finales felices, importantes, cotidianos, posibles todos.

Así es que me presento: soy Cantarenas, mujer de mediana edad, pero de dudosa madurez. Espero que mi exquisito gusto por los helados y por las historias verdaderas pueda hacer que alguien pase un momento íntimo y agradable y encima, me conceda la dicha de recibir su comentario.

Quedo a sus órdenes y agradezco de corazón la invitación a este espacio donde personas talentosas dan de sí, por el simple gusto de compartir.

Un abrazo apretado a quien me honre con su lectura.




domingo, 23 de septiembre de 2018

Canciones para los grandes... Parte VIII. María Felix por Agustín Lara

María de los Ángeles Félix Güereña (Sonora, 1914 - Ciudad de México, 2002) -actriz y representante de la llamada época de oro del cine mexicano-, entre los éxitos más conocidos de su carrera se encuentran las películas: Doña Bárbara (1943); Los amores de María Bonita; Maclovia (1948); El Peñón de las Ánimas (1942); Doña Diabla (1950), etc.

María Félix o la Doña -como muchos la conocen-, se convirtió en un ícono de su época que trascendió tanto espacio como tiempo, pues habiendo conquista al público mexicano en 1947, incursionó también en España e Italia en 1948 con el papel principal en la cinta "Mare Nostrum" y más tarde (1951) también en Francia con la película "La corona negra". Éxitos que han tenido eco hasta nuestros días pues, ¿quién no conoce a María Bonita?

No obstante el quehacer de 'la Doña' se reflejó principalmente en el cine, éste no se limitó a los importantes galardones que obtuvo en la pantalla grande (dos nominaciones y cuatro Premios Ariel, una Diosa de Plata, un Premio a la Ciudad de México, entre otros), pues actriz que para mediados del siglo XX desafiaba el estereotipo de la mexicana sumisa y abnegada; se presenta ella con su voz ronca, su puro y su actitud retadora hasta con los políticos de aquel entonces, consiguiéndo así que incluso hoy día sea considerada por muchos, un hito dentro del movimiento feminista.

Antes de haber sido esposa de Alex Berger y Jorge Negrete, María Félix estuvo casada con Agustín Lara (1945 - 1947), lapso en el que el compositor veracruzano le escribió la canción por la que recibiría uno de sus famosos motes: María Bonita.

Aquí el vínculo para escuchar la canción:


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