Se le atribuye al emperador Marco Aurelio la frase “Vivir
exige el talento del luchador, no el del bailarín” y comprendo que esa perspectiva
invita a fortalecerse, a resistir en un mundo durísimo que no admite adornos;
sin embargo, no puedo, no quiero aceptar tal afirmación.
Nos urgen pasos hermosos, los necesitamos para evitar la crudeza
de la supervivencia. Cada oportunidad de saborear momentos, de permitirse la
alegría, de retar a los días insípidos, es un acto de amor por la vida y de rebeldía
ante la vulgar existencia. Es tan efímero nuestro paso por este mundo que
siempre será mejor transitarlo con algo de gracia.
Esta escena que relataré, como muchas más que rescato para
recuperarme cuando todo se obscurece, es auténtica; por todas partes existen tesoros
que sólo esperan a ser observados y sublimados.
Un día en el supermercado presencié una escena maravillosa
que aún me encanta: mientras yo, jodida de aburrimiento, me debatía entre el
tipo de cotonetes que había de elegir, a unos metros de mí, una pareja se acercó
al mostrador de la farmacia; ella de alrededor de 50 años, él con 55 máximo. La
mujer tomó un lubricante de entre una limitada variedad, leyó, lo cambió por
otro, leyó, tomó un tercero; coquetísima miró a ese hombre (que infiero sería
su marido, por el grado de familiaridad y el carrito repleto de víveres que él
empujaba a corta distancia), le sonrió y le cerró un ojo. Ella se formó en la
fila para pagar aquel tubo negro con rojo; él… ¡¡¡se ruborizó!!! y volteando a
todos lados se alejó como adolescente descubierto, esperando a su compañera detrás
del estante donde yo me encontraba. Una vez concluida la transacción, él la recibió
con una sonrisa estúpida y la besó de la forma más antiestética posible (con
sumida de nariz incluida).
Y me pregunto ¿no es esto un pequeño pas de bourrée? ¿no
vence el bailarín, a punta de belleza, la rusticidad de la costumbre?
Claro está que se trata de lo que cada quién quiera ver
en un momento como el que he referido: pudo alguien suponer una relación
extramarital y juzgar los daños colaterales de la aventura de ese par; pudo
otra persona no prestar atención al lubricante, pieza clave en ese instante
mágico, y concentrarse sólo en el beso desordenado; pudo ser, como fue en
realidad, que la acción pasara inadvertida para todos alrededor… pero es
posible ¡claro que lo es! que alguien rescate ese guiño, esa sonrisa, esa
travesurilla madura y continúe la historia en su mente… si acaso los hijos
vuelven de la prepa en cualquier momento y hay que apresurarse y pertenecerse
de nuevo, reconocer los pliegues que han aparecido en la piel y gozar de ese
instante en que se descubre que el deseo pervive y se transforma en algo torpe
y familiar. Yo qué sé. Espero no dar la impresión de ser una voyeur en potencia,
sino una hacedora de finales felices, importantes, cotidianos, posibles todos.
Así es que me presento: soy Cantarenas, mujer de mediana edad,
pero de dudosa madurez. Espero que mi exquisito gusto por los helados y por las
historias verdaderas pueda hacer que alguien pase un momento íntimo y agradable
y encima, me conceda la dicha de recibir su comentario.
Quedo a sus órdenes y agradezco de corazón la invitación
a este espacio donde personas talentosas dan de sí, por el simple gusto de
compartir.
Un abrazo apretado a quien me honre con su lectura.
Simplemente encantador 😁
ResponderEliminarEncantadora tú, fíjate, ojazos <3
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