Jabberwoocky
Era cenora y los flexosos tovos
que los relances giroscopiaban, perfilabraban.
Mísvolos vagaban los vorogrobos
y verdirranos extrarrantes gruchisflaban.
Ocúltate, hijo mío, de Jabberwock brutal,
de sus dientes de presa y de su zarpa altiva;
huye al ave jubjub y por último esquiva
a Bandernatch feroz, humérico animal.
El muchacho empuñó la espada varpolina,
y buscó con mucho ánimo al monstruoso manxinéso;
cerca de un árbol Tántum, donde se apoya y se reclina
un rato, pensativo, a sus pies.
Así reflexionaba el joven foscolérico,
cuando se acercó el Jabberwock de la dura mirada,
avanzaba resoplando por el mágico bosque
arrojando espumarajos por la boca.
¡Uno y dos! ¡Uno y dos!, de un lado al otro,
la vorpalina espada corta y rasga: tris tras;
lo hirió de muerte, trofeo cercenado
al compás de galofante, que su cabeza exhibía.
¿Lograste, digo el padre, matar a Jabberwock?
¡Déjame que te abrace, sufuljente hijo mío!
¡Oh día fabuloso!, exclamó: ¡Calú!, ¡caloc!
Y en viejo runquirriaba con un brío placentero.
Era cenora y los flexosos tovos
que los relonces giroscopiaban y perfibraban.
Mísvolos vagaban los horogobos
y los verdirranos extrarrantes gruchisflaban.